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Cómo es ser... hija de puta

A mi mamá sí la conozco bien. Sé que es prostituta desde que tengo uso de razón

  • Por: AGENCIAS
  • 10 MAYO 2016 - .
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No conozco a mi papá. Se murió, lo mataron. Lo mataron en un asalto, pero no sé bien.

No conozco a mi papá. Se murió, lo mataron. Lo mataron en un asalto, pero no sé bien. Nunca me interesó saber nada de él. Mi mamá dice que lo conoció antes de protituirse y que fue por un robo, pero poco me importa.

Como decía, nunca conocí a mi papá. A mi mamá sí la conozco bien. Sé que es prostituta desde que tengo uso de razón y la quiero como a nadie en el mundo.

Tengo pocos recuerdos de infancia. Sé que fuimos muchos, muchos hermanos, porque ella siempre ha sido de muy buen corazón. Veía a alguien mal, a un niño indigente, drogadicto o maltratado y se lo llevaba para la casa. Le daba la misma sopa que nos daba a sus cuatro hijos biológicos (todos de padres distintos).

Nunca diferenciaba entre ellos y nosotros. Ella iba, trabajaba y trabajaba. Salía a las seis de la mañana y llegaba a las diez de la noche. La veíamos muy poco, pero mi abuela, que era testigo de Jehová y que siempre le pidió dejar la prostitución, nos cuidaba. Hija es hija y mi abuela fue la mejor mamá del mundo. Mi mamá no se quedó atrás. Siempre fue una mujer responsable, nunca nos dejó aguantar hambre, no nos golpeaba, nos pagó educación, no nos sacó nunca a la calle a pedir plata y nunca fumó, bebió ni llevó un hombre a la casa... Simplemente iba, trabajaba y respondía. 

Al principio vivimos en Medellín, en una comuna no muy violenta en ese tiempo, donde salías y veías cómo mataban al vecino. Era ahí donde ella llegaba y decía: “Adiós, me voy a trabajar”. Nosotros le preguntábamos: “Pero a dónde se va”. “Pues a putearme porque qué más”. Mis hermanos lloraban mucho, pero yo era muy niña y no entendía lo que eso significaba. Fui creciendo, viendo que mi mamá hacía eso y no le vi nada malo después. Habría sido distinto si me hubiera enterado a esta edad: habría sido capaz de dejarla, de irme y de no volver a verla. “Hay mujeres ministras, senadoras, amas de casa. Yo soy prostituta y no me avergüenzo”, dice Sulma, mi madre. Es una opción de vida en un mundo donde no hay oportunidades. Yo respeto el oficio, pero nunca he aceptado que ella esté metida en eso. Es algo con lo que creces, un dolor que siempre está ahí como una espina en tu corazón. Vas creciendo y empiezas a decir: “Algún día yo la saco, algún día yo la saco. Yo voy a trabajar por ella y le voy a decir: ¡no más!”.

Y eso hice. Contra su voluntad, la convencí de dejarme trabajar como cajera en un puteadero de un amigo suyo. Ella me decía siempre: “Si usted se mete de prostituta allá usted, es su vida, pero si llego a verla en una esquina la mato. Que yo lo haga no quiere decir que usted lo haga, porque yo a usted la he criado y le he dado educación”. Pero logré convencerla diciéndole que no me iba a putear y me dijo: “Usted ya sabe cómo es la vida de una prostituta. Usted verá”. El hecho es que no nos alcanzó para sostenernos, perdí el trabajo, ella volvió a lo mismo, pero yo maduré mucho. Es que caminas con ellas, las oyes hablar de sexo, las ves echar perico, meter mariguana y dejas de mirarlas como “huy, esa es prostituta”, “huy, esa mete perico”. Las miras como amigas, como parceras. 

Sulma es increíble. Puede ser prostituta, pero tú la ves, saluda a un senador, se le presenta, le pide mercados para las demás prostitutas y le dice que ella le consigue votos. Les reparte a todas así sea una panela. Está escribiendo un libro, en el que no se justifica, pues no siente nada de arrepentimiento. Solo cuenta todo lo que ha tenido que sobrevivir para salir adelante con sus hijos y hasta le da gracias a todos los señores que se acuestan con ella a pesar de su edad y de no tener mayores atributos sexuales. Dice que por la plata que ellos le dieron se superó, consiguió techo, alimentos y educación para sacar a su familia adelante. 

En el colegio tuve amigos que supieron que ella era prostituta. No decían nada. Eran muy respetuosos. Lo mismo ocurrió con mi novio cuando la vio por primera vez en la calle. Al principio le impresionó, pero luego entendió y le perdió el misterio. 

¿Que si alguna vez me han dicho que soy una hijueputa? Sí. A todo el mundo lo han tratado de hijueputa en la vida. Yo les respondo: “Sí, y a mucho honor”. 

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