Evocan a Castellanos
Elena Poniatowska recuerda la generosidad y la modestia de la autora chiapaneca fallecida

Al término, Gabriel Guerra, hijo de la escritora y del filósofo Ricardo Guerra (de gafas), subió al escenario junto con sus familiares para retratarse junto con las participantes en el conversatorio.
Ciudad de México
Rosario Castellanos, cuyo centenario se recuerda este domingo, fue una mujer dispuesta siempre a dar, como lo hizo a través de su poesía, según destacó la escritora Elena Poniatowska al evocar la generosidad y la modestia de la autora chiapaneca fallecida en 1974.
"Andaba por la vida buscando a quién regalarle esa flor, ese poema o ese cariño que ella tenía", evocó la también periodista durante un conversatorio titulado "Mujer de palabras y miradas", en homenaje a la poeta, novelista y ensayista en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Castellanos, descrita por Claudia Curiel de Icaza, Secretaria de Cultura, como la primera mujer indigenista y precursora intelectual de la liberación de la mujer en México, tuvo también el mérito de no tomarse en serio; incluso señalaba más sus errores que sus aciertos, recordó Poniatowska, amiga de la autora de Balún Canán. Decía que guisaba mal, por ejemplo, y que la comida se le achicharraba.
Su literatura, en cambio, expuso audazmente las desigualdades de la sociedad que vivió, apuntó, por su parte, la abogada Leticia Bonifaz, también presente en el conversatorio.
En su obra asoman críticas al machismo, el clasismo, el racismo, y ella intenta mostrar, con palabras que son por demás precisas, concretas, directas, diáfanas, dijo, lo que era la vida en su natal Chiapas, en un momento en el que no todos volteaban a ver el interior del País.
Por otro lado, mientras en su vida resonaban la alegría, el disfrute y la risa, en su poesía rezumaba el dolor, contrastó.
"Una de las cuestiones que casi está presente, omnipresente diría, es la soledad", dijo.
Y siempre, puntualizó, escribió con perspectiva de género, aun cuando no se asumió como feminista.
"Si bien como muchas de nosotras al principio la escritora no aceptaba que se le denominara de esa forma, y si bien también mantuvo siempre una actitud crítica para con los feminismos -actitud que me parece por demás saludable para cualquier feminista-, en una columna de sus últimos años declara apasionadamente que si hay una causa por la cual valdría la pena arrostrar incluso el ridículo, es precisamente la causa del feminismo", observó, por su parte, la también poeta Sara Uribe.
El feminismo de Castellanos, añadió la coordinadora de la Cátedra Extraordinaria Rosario Castellanos de Literatura y Géneros de la UNAM, cuestionó aspectos tan relevantes como la maternidad obligatoria, la doble o triple jornada de trabajo para las mujeres o el trabajo no remunerado.
"Estoy convencida de que cada vez que una entra a leer a Castellanos, la vida cambia. Al menos así ha sido para mí: cada acercamiento a su obra le ha dado un giro total a mi vida; suelo decir que siempre que regreso de un viaje, regreso convertida en otra persona, que hay algo en esa distancia geográfica del ir y venir que trastoca quién soy.
"Y ahora me atrevo a decir que la literatura de Castellanos es esa clase de viaje de la que una no sale inerme nunca, de la que una no regresa igual jamás", ponderó Uribe, autora de Rosario Castellanos, Materia que arde, y quien lleva tatuado un verso de la escritora procedente del poema Misterios gozosos: "Me muevo entre las cosas feliz y alucinada".
Al término de la ceremonia, Gabriel Guerra, analista político e hijo de la escritora y del filósofo Ricardo Guerra, subió al escenario junto con sus familiares para retratarse junto con las participantes en el conversatorio.
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