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Profundidad emocional

Ambicioso por naturaleza, James Cameron apunta alto con Avatar: El Camino del Agua. Pero el canadiense no suspira por volver a hacer historia en la taquilla, sino por trastocar conciencias respecto al cuidado medioambiental

  • Por: REFORMA
  • 15 DICIEMBRE 2022 - .
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"Mi percepción de las cosas fue cambiada por algunas películas. A mucha gente no le importan tanto (los filmes), quieren algo ligero y entretenido, y no van a modificar su sistema de creencias. Pero cierta gente sí." James Cameron, cineasta.

Ciudad de México

"¿Puede una sola película hacer la diferencia? No, pero nuestro medio, nuestros artistas, nuestros escritores, nuestros cineastas, somos la consciencia del colectivo, así que hacemos nuestra parte", dice en entrevista. 

En la secuela de la película más exitosa de todos los tiempos (2 mil 922 millones de dólares), la esencia vuelve a ser la naturaleza. Ocurre en Pandora, planeta rico en recursos invadido por los humanos, y habla de la fauna marina. Asediados por un revivido coronel Miles Quaritch (Stephen Lang) y pelotones de soldados, los indígenas na´vi Jake Sully (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldana) abandonan su hogar. ¿Su refugio? El clan metkayina.

Junto a los na´vi de los arrecifes aprenderán a respetar y amar el océano y sus criaturas. Principalmente, los tulkun, colosos inteligentes y sintientes que los humanos cazan codiciosamente.

"Nuestros océanos solían ser más como los de Pandora, tan llenos de vida, y nosotros cambiamos eso. La huella humana empeora y empeora", lamenta el cineasta (Titanic), obsesionado y apasionado desde pequeño con el mar y sus profundidades.

Cameron creó la segunda parte de Avatar, leviatán repleto de momentos íntimos y batallas colosales, lento. Sus ideas datan desde hace 13 años, y su rodaje, con cámaras 3D y que incluyó captura de movimiento bajo el agua, acabó hace cuatro.

Hubo un extenuante proceso de postproducción. El resultado, una aventura épica que, además de aspirar a emocionar, deja con la boca abierta por su hiperrealismo.

Hollywood está repleto de secuelas. Pero pocos cineastas pueden decir que las suyas no desmerecen a los filmes originales.

Para muchos, Cameron superó con Terminator 2: El Juicio Final (1991) lo que hizo en Terminator (1984). También se llenó de aplausos con Aliens (1986), continuación del clásico Alien (1979), de Ridley Scott.

"Se trata de preguntarte cómo honrar lo que las audiencias amaron sobre el primer filme, sin repetir la experiencia. Inyectas cosas nuevas y juegas contra las expectativas", explica.

"Los problemas de los personajes ahora son muy distintos. El Terminator malo se convierte en el Terminator bueno. Quizás Jake Sully y Neytiri, una suerte de Romeo y Julieta en la primera, ahora son una pareja casada con cuatro hijos, son arrastrados a una guerra, su familia está en riesgo y se tienen que convertir en refugiados", agrega.

Cameron se toma con humor las conversaciones alrededor de las ganancias que le aguardan o no a su El Camino del Agua, que costó 350 millones de dólares. Aunque cruza los dedos por volver a tener el favor del público y no alterar su plan narrativo, una pentalogía.

"Pero (la taquilla) no influye en mi trabajo diario. Yo no pienso: ´Mmm. Si pongo ese árbol por allá... ¿eso me costará 10 millones de dólares en la taquilla doméstica? No funciona así" 

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