Mi Reynosa

Una bendición llegar hasta la frontera

Catracho narra las peripecias que vivió para llegar a este lugar sorteando muchos peligros

  • Por: CARLOS PEÑA
  • 18 FEBRERO 2019 - .
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Así viajan por México los centroamericanos.

”En México se come tres veces al día, si uno comiera así en Honduras, la gente no se saldría”: Selvin Álvarez, hondureño, quien desafió los peligros de las serpientes o del viajar en rastra con el riesgo de quedar mutilado todo por el “sueño americano” de ganar en dólares para mantener a padres e hijos.

-Desde el refugio Senda de Vida-

Del desierto al desierto, pero acá con dólares hasta Ohio.

Selvin se vino desde Honduras, de una zona desértica del país centroamericano.

Allá a veces comía y a veces no, pero en México, se sirven tres comidas al día, nunca había comido tres veces diarias.

“Si uno comiera tres veces al día en Honduras, la gente no se saldría del país”, destaca en su conversación Álvarez Selvin.

Quiere llegar a Estados Unidos, porque es un sueño que ha tenido desde que era niño.

Desea mantener a su papá y a su mamá que ya son viejos, y a sus hijos, porque allá esta muy difícil: gana 40 lempiras por día, que es el equivalente a la cuarta parte de lo que se gana en México.

Selvin Álvarez un “catracho” así les dicen a los de Honduras, como caleros a los panameños o chapines a los de Guatemala, nicas a los de Nicaragua y aztecas a los de México.

Es padre de dos pequeños Jaime Fabricio y Valery Sofía Álvarez Reyes. 

Llegó a Reynosa en uno de los autobuses enviados de Piedras Negras, Coahuila, luego de los acontecimientos violentos cerca del cruce fronterizo con Estados Unidos.

“Unos hicieron un desmadre, pero yo no lo hice” aclaró.

Luego de vivir por décadas hambre, penurias, maltratos, caminar por el desierto, y “llegar al albergue Senda de Vida es para dar gracias a Dios”.

Nuestro entrevistado que se gana el pan de cada día como peluquero solamente posee una vieja máquina eléctrica de cortar cabello.

En la travesía que le duró varias semanas desde Honduras hasta México, se vivió de todo: Sol, serpientes, peligro de caer entre llantas y morir atropellado, hostigamiento, desde que salió de Trinidad del Trapiche una zona desértica como el desierto que espera cruzar en el estado de Texas.

Se dice estar preparado para cruzar el desierto, “todo sea por los dólares”.

Constantemente evoca la presencia y fuerza de Dios, “voy a donde quiera la voluntad de Dios”.

Estados Unidos es la única opción que tiene para salir de la pobreza, porque ya no quiere trabajar desde las tres de la mañana hasta las 8 de la noche, y seguir en las mismas.

Allá en Honduras trabajaba cortando melón, en la pesca del camarón o en la recolecta de piñas, siempre con el peligro de la picadura de una víbora de cascabel o de una coralillo que es más venenosa entre los campos de caña de azúcar.

Recuerda que viajar en grupo era la mejor defensa para evitar las detenciones de la migra mexicana, “si éramos pocos, si te detenían, pero si el grupo era de cientos o de miles, pues te dejaban ir, ellos apenas eran unos 20”.

Salieron en un autobús, llegaron a Guatemala, pero luego tuvieron que viajar unas seis horas a pie, otra en raid, en rastras, siempre con el constante riesgo de quedar muerto o mutilado por las llantas y ahí quedar para siempre.

“Cuando daban vueltas en las curvas el peligro era mayor, si no te agarrabas podías quedar entre las llantas”.

La angustia nunca se les quitó.

Hubo algunos que salieron quebrados de pies o piernas o brazos o manos.

Evoca el sufrimiento en su país, el enfrentamiento con los patrones o con los militares, que no los dejaban salir del país, “era un infierno”.

Hoy recuerda sus vivencias ante un reportero y un fotógrafo frente a una hoguera donde se calientan “burritos” de harina y café, platica mientras las llamas se deslizan hacia el cielo, como el cielo a donde esperan llegar en Estados Unidos con la buena de Dios.


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