Mi Reynosa

Nuestra vida falsificada

Ropa, accesorios, bebidas alcohólicas, cosméticos, microchips, pastillas de freno para automóviles, piezas de aviones de pasajeros, fármacos contra el cáncer… La lista es aterradora. Este es un viaje al universo de las falsificaciones que nos rodean.

  • Por: EL PAÍS
  • 02 JULIO 2015 - .
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2.500.000 puestos de trabajo destruidos por el mercado negro de falsificaciones en los países del G20, según estimaciones de la Cámara Internacional del Comercio.

La noche del 20 de diciembre de 1995, un avión de American Airlines se estrelló contra la falda de una montaña mientras se disponía a aterrizar en el aeropuerto de Cali, en Colombia. Murieron 159 personas, aunque sobrevivieron cuatro pasajeros. Horas después, cuando aún salía humo de los restos, varias bandas de ladrones llegaron al lugar del accidente antes que los equipos de rescate. Pertrechados con herramientas especializadas, los saqueadores se hicieron con la mayoría de instrumentos de aviación de la cabina, piezas de motor y otros componentes del aparato, un Boeing 757. En apenas un día, evacuaron las piezas a bordo de helicópteros. 

Según el periodista británico Tim Phillips, autor de un libro sobre los peligros de las falsificaciones (Knock-off: The Deadly Trade in Counterfeit Goods; London & Sterling), las piezas, que llenaban una enumeración de 14 folios, fueron a parar a Miami para su venta. Las autoridades hicieron públicas las listas y números de serie. Nunca aparecieron. Fueron probablemente a parar a otros modelos 757 como recambios.

Las piezas de aviación de origen desconocido se denominan “partes sospechosas y no aprobadas” –en inglés, suspected unapproved parts, SUP–. Las hay que son seguras aunque se haya perdido su documentación. “Podrían ser reutilizadas si cumplen los requisitos que verifiquen su funcionamiento”, explica Mike Rioux, un experto en aviación de la compañía JDA Aviation Technology Solutions, con base en Bethesda (EE UU). “Otra cosa es si alguien las roba en un accidente y las coloca en el mercado negro con documentación falsa”.

La sola idea de volar en un avión al que han llegado piezas robadas de una catástrofe -aérea aterroriza. Ken Gardner es un inspector y experto retirado de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA, en sus siglas en inglés). Se dedica, junto con su colega Tom Martin, a dar cursos para reconocer esas piezas. Narra que en la Operación Tormenta del Desierto hubo casos de gente que robó piezas de varios Boeing 747 siniestrados para venderlas en el mercado negro. Las autoridades llevaron a cabo arrestos en Chicago y Honolulú.

Volar es el método más fiable de viajar en la actualidad. ¿Pero hasta qué punto estas piezas infectan la aviación comercial y qué papel desempeñan en los accidentes? La FAA determinó que entre 1973 y 1993 habían estado involucradas en 166 accidentes, algunos de los cuales tuvieron lugar durante vuelos comerciales que provocaron seis muertes. En 1989, un Convair se desintegró a 22.000 pies de altura sobre el mar del Norte. Murieron sus 55 pasajeros. Los investigadores noruegos encontraron arandelas y tornillos falsos en la cola del avión. Según la Coalición Internacional contra las Falsificaciones (IACC, en inglés), se han encontrado piezas falsas hasta en el avión presidencial Air Force One. Un informe del Senado estadounidense realizado entre 2009 y 2010 reveló transistores falsos en los sistemas de visión nocturna de los helicópteros Seahawk e incluso en sistemas de defensa de misiles. Dos años después se estimó que el número de piezas falsas o sospechosas que habían infectado a los aparatos de la Fuerza Aérea estadounidense superaba el millón..

¿Y por qué se instalan esas piezas sospechosas? Por dinero, es la respuesta de Tom Martin. Algunos de los contrabandistas interrogados por el accidente de Colombia en 1995 respondieron que la venta de estos componentes les resultaba más lucrativa que las drogas. 

Compañías y fabricantes compiten en un mercado feroz que supone más de 100 mil aeronaves al día surcando los cielos.  Los mecánicos no reciben el entrenamiento adecuado para descubrirlas, asegura Daryl Guberman, consultor de calidad de Guberman PMC LLC, en Connecticut. “Todo son prisas. Y siempre está el dólar como justificación”. Este es sólo el tentácultto de un monstruo de cientos: el crimen global de las falsificaciones.

Mónica Dopico Martínez es inspector jefe de la sección de delitos contra la propiedad intelectual e industrial de la Policía Nacional. Nada más empezar a hablar en su despacho, se levanta y enseña su particular museo: un paquete de cigarrillos Marlboro indistinguible de uno auténtico; un -mini-iPhone falso que se adelantó a un falso rumor de Apple; falso material táctico anticorte en guantes de la policía o el Ejército que se rasga con facilidad. “Hoy se falsifica prácticamente de todo”, dice la inspectora. “Detrás se encuentra el crimen organizado. No hay otra forma de explicarlo”.

Internet ha facilitado el mercado, la globalización y la desaparición de las fronteras comerciales. Nos hemos convertido en sus clientes. Y su muestrario es casi infinito. Se calcula que en el mundo circulan cien mi-llones de réplicas del famoso rifle de asalto AK-47. Cada año se fuman centenares de millones de cigarrillos falsos que contienen heces, moscas muertas y hasta huevos de insecto. Bebidas alcohólicas tóxicas, transistores, microchips, champús, cosméticos, perfumes, pasta de dientes, leche en polvo para bebés, detergentes, airbags, todo tipo de artilugios electrónicos, pastillas de frenos para automóviles hechas de serrín, antibióticos, fármacos contra el cáncer, antipalúdicos, medicinas cardiovasculares, copias pirateadas de pelícu-las, música y libros… Y, por supuesto, todo tipo de ropa y accesorios de lujo. Ríos de falsificaciones inundan el planeta. Resulta imposible cuantificarlas.

El daño que ocasionan a la economía mundial es gigantesco. Las cifras son puramente estimativas. Según la Cámara Internacional de Comercio, este mercado negro ha destruido 2,5 millones de puestos de trabajo directos en los países del G?20. Hace cuatro años, el mismo organismo proyectaba para 2015 un movimiento global de falsificaciones –englobando al consumo doméstico y la exportación internacional– cuyo valor total podría alcanzar 1,6 billones de euros. Interpol incluye como crimen digital la explotación de cualquier copia ilegal distribuida en la Red y contenidos pirateados en Internet (libros, música, películas o videojuegos). 

En España, sólo esta piratería ocasionó en 2014 unos mil 700 millones de dólares de pérdidas, y de no existir se habrían creado más de 29 mil empleos el año pasado, según el Observatorio de la Piratería.

Falso 10 % de medicamentos en países

Detrás de los números se esconden cientos de miles de víctimas sin nombre. La compra de un artículo falsificado contribuye a financiar el crimen organizado, afirma Michael Ellis, director de la Unidad de Falsificaciones y Tráfico en Sustancias Ilícitas de Interpol. Muchos inmigrantes africanos que venden cualquier producto falso en países mediterráneos tratan de pagar la deuda que han contraído con las mafias que han traficado con ellos para llevarlos a Europa. 

“Tienen que encontrar una forma de pagar a estas organizaciones criminales que los han traído”, asegura Ellis. “Recuerdo un caso donde se había traficado con dos chicas jóvenes de Eritrea en el sur de Europa. Durante el día, las chicas estaban confinadas en habitaciones pequeñas para fabricar CD y DVD, encerradas en apartamentos de alquiler pagados por un grupo del crimen organizado. Por las noches las forzaban a prostituirse.

¿Es descabellado suponer que una persona que se descarga un contenido ilegal o que compra un DVD pirata también contribuye a financiar el crimen organizado? Para la inspectora Dopico “es así de claro”. Y añade: “Mucha gente puede que no lo sepa, pero lo cierto es que todos saben que están haciendo una actividad que no es lícita. El 99% de la gente que compra un producto falso sabe que es falso”.

El Rey León, el más pirateado

En 2013, la organización Digital Citizens Alliance estimó en 227 millones de dólares los beneficios publicitarios de 596 páginas web de descargas ilegales. La Red es la fuente de lo que se vende ilegalmente en formato físico. 

Tim Phillips apunta en su obra una sorprendente relación entre el IRA y la piratería. En 1995, Disney lanzó el video de su clásico El Rey León, del que se obtuvieron un millón de copias ilegales. La propia compañía descubrió que el suministrador principal de esas copias era el IRA. Posteriormente, la policía encontró que los grupos paramilitares asociados de Irlanda del Norte obtenían una parte principal de sus ingresos de copias ilegales de música, software y películas.

La relación entre organizaciones terroristas y el negocio de las falsificaciones arranca a finales del siglo pasado. Hoy se ha consolidado. Zachary A. Pollinger, economista del Harvard College en Massachusetts que ahora trabaja para una firma privada en Nueva York, ha investigado esta evolución. El FBI obtuvo en 1993 evidencias de que los terroristas que colocaron una bomba en las Torres Gemelas se habían financiado con la venta de ropa falsa en una tienda de Broadway. Tres años más tarde, las autoridades confiscaron 100 mil artículos para su venta en los Juegos Olímpicos y descubrieron que detrás estaba la organización del clérigo ciego Sheik Omar Abdel Rahman, sentenciado a 240 años de prisión por terrorismo. En 2004, Interpol intervino miles de pastillas de frenos falsificadas en Alemania por valor de más de un millón de euros, y los investigadores encontraron que los beneficios fueron a parar a Hezbolá –considerado un grupo terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea–. Interpol también ha desvelado que los separatistas chechenos, implicados en atentados terroristas, se han financiado con la venta de CD ilegales. 

La lista es larga. Se han encontrado conexiones entre la venta de perfumes fraudulentos y la financiación del terrorismo islamista de Al Qaeda. Y el propio comisionado de la policía de Nueva York, Raymond Kelly, afirmó en público que los terroristas de la matanza de la estación madrileña de Atocha, perpetrada el 11 de marzo de 2004, se habían financiado en parte con la venta de CD ilegales.

 Los terroristas y los falsificadores comparten muchas habilidades en común. Son expertos en trasladar personas y material de forma ilegal a través de las fronteras. Estas habilidades “son necesarias tanto para hacer funcionar una organización criminal como para un grupo terrorista, por lo que encajaría aquí la industria de la falsificación. 

Venden Viagra falso por 9 millones de euros 
Sobre este tipo de vínculos, el director de la Unidad de Falsificaciones y Tráfico en Sustancias Ilícitas de Interpol, Michael Ellis, cita el caso del argelino Mojtar Belmojtar, un “terrorista y contrabandista” con un sangriento historial e implicado en el contrabando de tabaco falso; por ello se le conocía con el sobrenombre de Mister Marlboro. Belmojtar fundó el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, que derivaría más tarde en Al Qaeda en el Magreb. 

De vuelta en el despacho de la inspectora jefe Dopico, la investigadora hurga en su vitrina de falsificaciones. Saca una caja de Malegra, potenciador sexual ilegal que se fabrica en India para repartirse en Europa a través de una red de contactos que tenía su epicentro en una tienda de deportes en Bélgica. Habla también de la Kamagra. 

Estas versiones baratas de la Viagra –el medicamento más falsificado del mundo– se ofrecen sin receta, no han pasado ninguna garantía de calidad ni seguridad. En el mundo hay cerca de 800 fármacos falsificados a partir de marcas genuinas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 10% de las medicinas que circulan por los países en desarrollo son falsificaciones. 

Tim Phillips publicó su investigación en 2004. Ha pasado una década. “Y todo sigue igual de mal”, dice al otro lado del teléfono. Alaba el trabajo de la policía, pero lo considera insuficiente. 

“El mundo ha cambiado y no se va a librar de las falsificaciones”. ¿Qué ocurre con los consumidores que compran sin pensar? “Muchos saben que en ocasiones compran productos falsos. Pero tenemos esta cultura desde hace 20 o 30 años que dice que comprar cosas te hace mejor persona. No soy optimista”.

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