Mi Reynosa

‘Me gustaría que vinieran a verme’

Doña Andrea tiene años sin ver a sus hijos, desde que se encuentra en la Casa Hogar del Adulto Mayor, pero no pierde la esperanza de reencontrarse con ellos

  • Por: NUBIA RIVERA JUÁREZ
  • 28 AGOSTO 2017 - .
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Andrea Cedillo Villarreal, ya no recuerda cuándo fue la última vez que la visitaron sus hijo, por ahora la única familia que ve se encuentran en la Casa Hogar del DIF Municipal

La sonrisa no desvanece de su rostro, sus canas de color plateado resplandecen con el sol y la hacen ver radiante pese a las adversidades de los años, el dolor que lleva en el pecho es desgarrador como vórtice de un huracán que a su paso deja daños irreparables, aunque no puede ponerse de pie, levanta sus hombros y agradece a la vida.

Andrea Cedillo Villarreal, de 67 años de edad, trata de recordar cuándo fue la última vez que su familia la visitó, los años le impiden clarificar, por fortuna, ese oscuro retrato de la vida, mientras es huésped de la Casa Hogar del Adulto Mayor del DIF Municipal, lugar que acoge a los abuelitos abandonados de la ciudad.

Nació un 03 de noviembre en el municipio de Camargo, siempre fue una niña muy latosa, de las que corrían por el rancho y brincaban en los árboles entre los verdes campos y el ruido de los animales.

En sus pocos lúcidos recuerdos que aparecen como un relámpago, dice que si fue a la escuela, pero ya no identifica hasta que año, después señala que era una joven tranquila y una mujer trabajadora que hizo de todo, lavaba ropa, planchaba, hacia coronas para sepultura, limpiaba casas, entre otras cosas más, todo con el fin de sacar adelante a sus dos hijos. 

EN EL OCASO DE SU VIDA

Al morir su esposo Guadalupe García, tiempo del que no le gusta recordar, tuvo que enfrentar la vida, hasta que llegó el ocaso y como el sol, su vida empezó a eclipsar, sus hijos crecieron, formaron su familia y ella quedó prácticamente sola y enferma de diabetes, por lo que en el 2007 fue ingresada a la Casa Hogar del DIF.

“Me trajeron de Camargo, yo no quería, como quiera me vine (dice mientras ríe) porque estaba sola, mi hijo vive en el otro lado (Estados Unidos) y mi hija vive en Camargo, no han venido, no sé por qué no han venido, mi hija una vez me habló pero está retirada, tienen mucho que no vienen, años”, recuerda.

¡YA NO VOLVIERON! ¿NO SE POR QUÉ?

Andrea se encuentra desde hace años postrada en una silla, no tiene piernas, pero ni el abandono de sus hijos y tres nietos, la hacen apagarse, por el contrario resplandece como una luna brillante en el anochecer.

“Aquí la pasamos, aquí nos atienden bien, no batallamos, aquí no nos falta nada gracias a Dios, si me gustaría que vinieran a verme de vez en cuando, pero dejó de venir y ni modo, si los extraño como no, ya no volvieron, no sé por que”, expresa entre cuestionamientos que le vienen a la mente.

ENTRE AMIGAS FORMAN UNA GRAN FAMILIA

Entre la soledad, Andrea ha encontrado consuelo y amistad, es la familia que ahora conoce, otras abuelitas que como ella están en la Casa Hogar del Adulto Mayor, a pocas las visitan sus seres queridos y en ellos ha encontrado consuelo y amor.

Como sacado de su corazón, de su bolso que trae en la silla de ruedas, levanta una fotografía que viene en un marco, en ella, la foto de su gran amiga, Luisita, a quien quiso como una madre.

“Yo la apreciaba bastante, le decía mamá, cuando te tuve yo no supe, y la quería mucho, y tengo su foto, ahí sale su nieta y yo, ella me hacía reír”, dice mientras el recuerdo le duele al no estar ya presente.

ABUELITA INDEPENDIENTE

En la Casa Hogar, dibuja, escucha música y plática con sus amigas, Andrea es una abuelita independiente, se sube a la cama sin la ayuda de ningún enfermero, incluso ayuda a sus compañeras, se viste y se baña.

“Si me da tristeza, pero aquí platicamos, me siento a gusto, me gustan los dulces (pero deben ser sin azúcar por la diabetes), ya tengo mucha edad”, finaliza la mujer de avanzada edad, entre risas y con una actitud que cualquier otro adulto envidiaría.

QUIERE TERMINAR A LADO DE SU AMIGA

En la Casa Hogar del DIF, actualmente hay 63 abuelitos que son cuidados, alimentados y atendidos por médicos los 365 días del año.

Entre los abuelitos, hay casos de amistad verdadera, de la que perdura con los años y así se demuestra pese a las adversidades, es el caso de una abuelita que no tiene familia, pero sí dejó amistades de su iglesia que son las que la visitan constantemente, incluso tiene previsto en caso de morir que sea enterrada en el mismo sepulcro con su amiga, tal como lo han dispuesto 


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