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¿La siesta engorda?

Desmontamos éste y otros mitos de una práctica que cautiva por igual a hombres y mujeres.

  • Por: POR AGENCIAS
  • 25 JULIO 2015 - .
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En verano, nos ayuda a regular la temperatura corporal frente al calor exterior, pero, si se duerme de forma adecuada.

En verano, nos ayuda a regular la temperatura corporal frente al calor exterior, pero, si se duerme de forma adecuada, ofrece otros beneficios en niños (mejora su capacidad de aprendizaje) y mayores (previene infartos). 

Estas son las claves de la siesta perfecta.

• No tome café después. Aunque es habitual tomarse uno para estimularnos tras la siesta, el doctor Diego García-Borreguero, director del Instituto del Sueño, no lo considera necesario. “La cafeína bloquea la adenosina, neurotransmisor inhibidor del sistema nervioso central, y estimula el cerebro, manteniéndonos más despiertos”, asegura.

• No coma con exceso antes. Tras una comida copiosa y bien regada, es habitual que el cuerpo nos pida echar una cabeceada. “El alcohol inicialmente induce al sueño, pero cuando los niveles en sangre empiezan a reducirse, se produce una reacción del sistema nervioso simpático que produce microdespertares, desvelándonos por completo o haciéndonos entrar en una fase de adormilamiento que no proporciona un sueño reparador. Un atracón también puede facilitar la somnolencia, aunque en menor medida. Eso sí, una digestión pesada hará que el tiempo que estemos durmiendo sea de peor calidad. Y tumbarnos dificultará la digestión”, prosigue el doctor.

• La siesta no engorda. “Durante el sueño, liberamos un tipo de hormona llamada leptina, cuya función es transmitir sensación de saciedad. La siesta es demasiado corta para interferir en procesos metabólicos, por lo que, a pesar de las leyendas, ni engorda ni adelgaza”, explica el doctor García-Borreguero.

• Siempre a oscuras. El doctor estadounidense James Maas explica en su libro Sleep for Success! que una de las claves para disfrutar de una siesta perfecta es dormirla a oscuras. “Hay que bloquear la luz, incluso con un antifaz”, apunta.

• Tan solo unos minutos. “La siesta debe ser breve, entre 20 y 30 minutos como máximo, aunque diez minutos también van a tener efectos beneficiosos sobre el rendimiento”. El doctor García-Borreguero advierte sobre los riesgos de dormir más tiempo. “Es importante no entrar en el sueño profundo, del que nos costaría más despertar. Pone en marcha mecanismos cerebrales que harán que tardemos tiempo en volver a ponernos en funcionamiento”.

• Abra la ventana. El fisioterapeuta Joan Gallart, aconseja que, para favorecer la oxigenación durante la siesta, es mejor descansar con alguna ventana abierta o, mejor aún, al aire libre. En verano, por supuesto, a la sombra.

• Mejor sentado o reclinado. ¿Siesta en el sillón o tumbados en la cama? Responde el doctor García-Borreguero: “Una siesta sentado o reclinado favorece que no sea demasiado larga. Durante el sueño se produce una relajación del tono muscular que llega a ser casi completa cuando entramos en fase REM. Esto hace que, si estamos sentados, nos vayamos a despertar; sin embargo, si estamos tumbados eso no ocurre y, por tanto, no le ponemos límite”.

¿QUIÉN SE ESTÁ ECHANDO LA SIESTA?
Paradójicamente, ahora es en vacaciones cuando más dormimos la siesta, compensando con el sueño los calores playeros.

Mirando al pasado, tenemos a Winston Churchill, que durante la II Guerra Mundial no perdonó ni un día su cita con la siesta. Según cuenta en sus memorias: “La naturaleza no había tenido la intención de que la humanidad trabajara desde las ocho de la mañana hasta la medianoche sin el refresco del bienaventurado sueño que, incluso si solo tiene una duración de 20 minutos, es suficiente para renovar las fuerzas vivas”.

También agrada esta práctica a los habitantes de China, donde, por cierto, el derecho a la siesta está recogido por su Constitución. Muchos oficinistas la duermen apoyando la cabeza sobre sus brazos encima de su escritorio. O a los maestros del yoga, que dicen experimentar un sueño lúcido (yogic sleep) que supone el estado de máxima relajación al que el hombre puede aspirar sin perder la consciencia.



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