La autoestima y las dificultades del aprendizaje

Así es como se relacionan la autoestima y autoconfianza de los niños y los problemas de aprendizaje; la escuela siempre puede hacer algo y su intervención marca la diferencia para bien o para mal

¿A qué llamamos aprendizaje? El aprendizaje es un acto complejo en el que intervienen múltiples factores y áreas de la vida de una persona. Por otro lado, el aprendizaje escolar es también resultado de muchos aprendizajes que comienzan fuera de la escuela, pero cobran especial relevancia en la misma, pues se desarrollan en el entorno donde el niño comienza a socializarse lejos del ámbito familiar.

Cualquier estudiante puede necesitar una adaptación en un momento determinado, ya que la diversidad del alumnado es tan grande como las diferentes formas de aprender.

LOS PROBLEMAS DE APRENDIZAJE

La mayoría de los alumnos crean sus propias estrategias de aprendizaje y van superando los retos correspondientes a su itinerario curricular, pero en ocasiones, alumnos que no manifiestan dificultades para aprender en el resto de áreas de su vida, desarrollan formas de aprender incompatibles con el modo de enseñar del sistema educativo y para las que, en muchas ocasiones, tampoco tiene respuesta eficaces.

Mitter (2004), nos plantea una serie de reflexiones sobre el aprendizaje que se deben considerar con los niños que manifiestan dificultades de aprendizaje:

El aprendizaje nunca es completo

El aprendizaje es algo individual

El aprendizaje es un proceso social

El aprendizaje debe ser grato

El aprendizaje es activo.

El aprendizaje significa cambio, desestabilización

Un niño que presenta dificultades de aprendizaje o de conducta genera inevitablemente reacciones, muchas veces dirigidas a su superación y otras a la exclusión del sistema educativo; en ocasiones amparados en necesidades especiales de apoyo y otras en el reconocimiento por parte del mismo sistema de falta de recursos que den respuesta a la situación.

Lo que está claro es que la escuela siempre puede hacer algo y su intervención marca la diferencia para bien o para mal. Pero los padres somos los máximos responsables de nuestros hijos; en algunos casos con el sistema de nuestra parte, cuando el hijo es mirado como víctima, y en otras ocasiones luchando contra el juicio de quien no sabe de lo que está hablando y se siente con el valor y la determinación de dictar sentencia sobre juicios en los que no ha sido citado.

Como padres, tenemos la obligación de velar por el buen desarrollo de nuestros hijos y brindarles todo el apoyo necesario en cada etapa y situación de sus vidas, especialmente cuando presentan dificultades de conducta y/o de aprendizaje, ayudándoles así a enfrentar estas situaciones que terminan por dañar su estabilidad emocional y su autoconcepto.

Esta cuestión que parece simple, es bastante compleja, pues los padres no sabemos en muchas ocasiones cómo debemos actuar, qué hacer, cómo hacerlo, con quiénes hacerlo, etc.

EL MEJOR APOYO PATERNO

La crianza de un hijo no es sencilla, y nuestra labor como padres se ve obstaculizada en ocasiones por el trabajo y las responsabilidades cotidianas. Sin embargo, es necesario detectar situaciones que evidencian dificultades de aprendizaje, como la dislexia, la disgrafía, el TEL o TDAH, por ejemplo.

Aunque no seamos expertos en psicología, es fácil identificar algunas señales que indican que algo no va bien y dirigirnos a un profesional. La señal más clara es cuando nuestro hijo manifiesta dificultades en el colegio mientras sus compañeros avanzan con facilidad, también cuando es lento en las tareas escolares o muestra desinterés por el estudio. Ningún niño es vago, a ninguno le gusta suspender y quedarse el último de la clase.

Ante este panorama, los padres reaccionamos a veces tildando a nuestro hijo de vago, de inatento, de falto de interés. Algunos niños se sienten tan frustrados que finalmente se lo terminan creyendo, agravando aún más el problema, lo que podría ocasionar graves daños en su autoconcepto y su autoestima.

Estas señales evidencian algún trastorno o dificultad que hace que aprender no sea nada fácil. Ante la duda, la mejor opción es consultar un especialista en psicología y dificultades de aprendizaje, que tras una serie de evaluaciones determinará no solo si tiene dificultades de aprendizaje, sino que valorará su estabilidad emocional. Una vez evaluado, en caso de existir algún problema, el profesional informará a los padres y junto a ellos diseñará la intervención en la que los padres serán los principales partícipes en el proceso terapéutico, integrando todas las áreas que conforman no solo el entorno escolar del niño, sino el personal y familiar.

Para los padres, aprender sobre el trastorno o dificultad que pueda tener su hijo es decisivo, pues le va a dar muchas herramientas para comprenderlo y apoyarlo en la consecución de sus objetivos. Es muy tranquilizador conocer el origen de la dificultad de su hijo, ya que le permitirá saber de qué manera puede ayudarlo y hasta dónde puede llegar en un ámbito o área determinada. En definitiva, nos permite acompañar a nuestro hijo, encontrar sus fortalezas y superar sus dificultades, aceptándose tal como es, y entendiendo que cada persona es diferente y todos tenemos capacidades y discapacidades.

Nuestro acompañamiento en la superación de las dificultades debe ser constante y enfocado a objetivos concretos. No es bueno actuar de manera arbitraria, debemos colocar metas que entrañen cierta dificultad pero que sean alcanzables.

Otra manera en la que podemos ayudar a nuestros hijos es incentivando sus intereses y las actividades en las que destaque y se sienta a gusto, pues la satisfacción de completarlas es un gran beneficio para su desarrollo. No podemos supeditar el éxito de nuestro hijo solo a los resultados académicos, hay otras áreas que configuran su personalidad y son tanto o más importantes para su desarrollo integral. ¿De qué serviría que nuestro hijo fuera un super-talento si no fuese capaz de desarrollar empatía por ninguna persona que le rodea?

LA IMPORTANCIA DE UN BUEN DESARROLLO

Existen falsos mitos como por ejemplo, que la dislexia no se puede diagnosticar antes de los 7 u 8 años, otras veces, escuchamos frases del tipo “ya hablará, al final todos hablan”, “no pasa nada si no sabe leer al inicio de primaria, ya leerá, al final todos leen”… Es importante que los padres no nos dejemos disuadir por este tipo de información, que además está desmontada por la evidencia científica, que apuesta justo por lo contrario, por una intervención temprana, en la edad de oro de los niños, que es justo cuando debe alcanzar el desarrollo de cada habilidad.

Los trastornos de aprendizaje, como la dislexia o disgrafía, suelen mermar la autoestima del niño que los padece, llegándose a sentir desplazado, poco valioso y que no merece un buen trato. La acumulación de fracasos provoca que pierda el interés por aprender, sienta frustración y enfado, sufra ataques de ansiedad y una profunda tristeza, lo cual afecta negativamente su crecimiento y desarrollo, llegando a ocasionar, en ocasiones, problemas de salud mental.

Acompañando a nuestro hijo logrará una mayor independencia, se sentirá cómodo al estudiar y compartir con sus compañeros, y tendrá la capacidad para tolerar las adversidades de su trastorno sin dejar de sentirse orgulloso.

Como padres tenemos la función de preparar a nuestros hijos para la vida, para ello debemos conjugar la afectividad con la autoridad, en todo momento se deben sentir queridos, sentir aprobación, validación, pero también debemos ser firmes con la autoridad, marcando límites claros y consecuencias oportunas.