Hay que educar a los hijos en la sexualidad desde que son bebés

Entrevista a Sonia Cervantes, psicóloga y terapeuta sexual

Sonia Cervantes (Barcelona, 1974) lleva años acompañando a adolescentes, madres, padres y profesionales en el complejo y necesario camino de la educación emocional. Psicóloga, terapeuta sexual, divulgadora y colaboradora habitual en medios, se ha especializado en temáticas como la educación afectivo-sexual, las relaciones tóxicas y el bullying. En esta charla con Psicología y Mente defiende que hablar de sexualidad desde la primera infancia no solo es importante, sino "esencial" para prevenir violencias y construir vínculos sanos desde el respeto y la libertad.

¿Por qué es importante que las familias hablen de sexualidad con sus hijos e hijas?

No es que sea importante, es que es esencial. Siempre digo que el binomio silencio más desinformación es igual a peligro. El problema es que, aunque parezca mentira, la educación afectivo-sexual sigue siendo un tema tabú. Y por lo que veo en la consulta, con educación se evitarían muchas agresiones. Cuando no hay educación afectivo-sexual puede surgir una víctima o un agresor.

¿A qué edad creés que es pertinente introducir estos temas?

Desde bebés. ¿Por qué? Porque cuando hablamos de sexualidad, hablamos de educación afectivo-sexual. El tipo de apego que le damos a nuestros hijos desde que nacen es crucial para cómo se desarrollarán en sus relaciones afectivas. Un apego seguro les dará herramientas para vincularse de forma sana y también para protegerse. Obviamente, no le vas a hablar de preservativos a un niño pequeño. Pero sí que puedes educarlo desde temprano en el respeto a la diversidad sexual, por ejemplo cuando ve a una pareja de chicas dándose un beso en la calle. También hay muchos cuentos y libros infantiles que muestran distintos tipos de familias y que pueden ser grandes aliados para enseñar desde la empatía y el respeto.

¿Esta educación temprana también pasa por enseñarles a decidir sobre su propio cuerpo?

Cuando digo desde pequeños me refiero, por ejemplo, a la típica escena en la que alguien quiere dar un beso a tu hijo o hija. Muchas veces los adultos obligamos o empujamos a los niños a dar o recibir un beso, sin preguntarles si realmente quieren. ¿Qué entiende ese niño o niña? Que tiene que callar y aceptar. Por eso es necesario un cambio cultural y educativo en estas pequeñas cosas cotidianas que, en realidad, son clave para enseñarles a decidir con libertad y a cuidar sus propios límites.

¿Por qué es clave que la educación sexual incluya una mirada sobre lo emocional y la igualdad de género?

Hay un componente emocional enorme en toda relación afectiva. Y su sexualidad estará profundamente marcada por los vínculos afectivos con los que les eduquemos. Un hombre que ha vivido una infancia marcada por la sobreprotección, a quien nunca le han dicho que no y ha sido el rey de la casa, ¿cómo va a reaccionar ante un no en una relación? Por eso, también, la educación afectivo-sexual tiene que ir de la mano con una educación en igualdad de género. Hay muchos hombres que llegan a mi consulta con problemas emocionales muy profundos, simplemente porque no recibieron ese tipo de educación en su infancia.

Con la llegada de la adolescencia y el acceso a redes sociales, videos virales vejatorios y pornografía, ¿cuál es el límite entre respetar su intimidad y ejercer una supervisión responsable?

Por supuesto que soy partidaria de respetar la intimidad de los adolescentes. Llamar a la puerta antes de entrar a su habitación o darles su espacio es fundamental. Pero cuando hablamos de redes sociales, ahí soy más estricta. En ese terreno, el principio de prudencia tiene que prevalecer sobre cualquier otro. Es decir, tengo y debo supervisar lo que ven, en un acto de protección. Porque si, por respetar su intimidad, no me entero de los contenidos que consumen, puedo cometer un grave error. Tal vez mi hijo está viendo pornografía con 9, 10 o 11 años. ¿Eso es ser prudente? ¿Eso es educar? No. Si veo que mi hijo tiene ese tipo de contenido en su teléfono, es mi responsabilidad hablar con él.

¿Y cómo se aborda esa conversación?

Importantísimo: nada de broncas, sermones ni castigos. En lugar de eso, muestra interés, haz preguntas. Por ejemplo:"Veo que tienes este contenido ¿Qué piensas de lo que viste? ¿Por qué lo buscaste?" Si nuestro hijo o hija logra identificar ciertos aspectos del contenido -como que se denigra a la mujer, por ejemplo- entonces podemos trabajar sobre eso. Si no los identifica, entonces corresponde establecer límites claros: no tienes edad para esto. Y ahí sí, usar herramientas como el control parental. Esto es educar. Y si se enfadan, que se enfaden. Poner límites es una forma de protección, de amor.

¿Cómo afecta el salto generacional de padres que crecieron sin internet a la educación sexual y afectiva?

Vivimos en una era digital, y es fundamental que los padres se interesen por lo que ven sus hijos y se formen también ellos para poder educar. Porque si no los educamos nosotros, van a buscar la información en internet. Y si no hay educación en casa, corremos el riesgo de que reciban desinformación. En redes sociales o en YouTube circulan mensajes muy dañinos, ya que las redes se han convertido en un coladero para ciertas ideologías. Un ejemplo: si a mí no me hubieran enseñado cómo funciona el universo y la rotación de la Tierra, podría llegar a pensar que la Tierra es plana. Más todavía si lo busco en internet. Las redes sociales censuran una mama que alimenta a su hijo, pero la de contenido denigrante para la mujer que se encuentra por las redes fácilmente es brutal.

¿Qué riesgos corremos como sociedad si no se aborda la educación sexual desde la infancia?

Estamos viendo agresores cada vez más jóvenes, y víctimas cada vez más jóvenes. Niños de 11 o 14 años que ejercen violencia sexual. Además, las enfermedades de transmisión sexual están en claro aumento entre adolescentes y jóvenes: virus del papiloma humano, gonorrea, sífilis e incluso VIH.

¿Qué consejos darías a las famílias?

Primero, que no pretendan empezar a hablar con un adolescente de educación sexoafectiva si no lo han ido integrando desde la primera infancia. Tiene que haber una comunicación, una complicidad que se ha ido trabajando. Después hay que aprovechar la cotidianidad y el ver cosas juntos en lugar de abordar los temas directamente, ya que lo más normal es que tu hijo adolescente te llame pesado o no quiera hablar. Tampoco hay que utilizar una comunicación adultocéntrica, es decir: fuera discursos y advertencias. Conoce su mundo y empatiza. Y finalmente que les hablen de lo bueno, de lo bonito que es compartir desde el respeto y la libertad.