Competencia china acaba con la sastrería artesanal

La pérdida de un arte: luchan por sobrevivir en un mercado dominado por la ropa de bajo costo

Con la proximidad del 16 de septiembre, fecha emblemática para las celebraciones patrias, el reflejo del declive de la sastrería artesanal es palpable, particularmente en la confección de trajes típicos que tradicionalmente forman parte de las festividades.

Esteban Pantoja, sastre con casi 20 años de experiencia en la ciudad, describe un panorama donde la demanda por trajes hechos a mano se ha vuelto casi inexistente. "No hago vestuarios; la gente ahora compra ropa hecha para el estante y quieren algo barato. Ya no trabajamos la sastrería como antes, la competencia de ropa barata que viene de China ha acabado con el oficio, incluso en estas fechas que deberían ser de mayor demanda," expresa con resignación. "Es un trabajo artesanal que implica materiales que ya no venden fácil y además sale caro. La gente prefiere algo accesible aunque la calidad no sea la misma. Nosotros ya sólo hacemos arreglos, porque ya no es rentable hacer la ropa completa."

Haciendo un recorrido por la historia del oficio, Pantoja lamenta que la sastrería tradicional haya perdido terreno. "Antes, quien aprendía sastrería lo hacía para ser un sastre completo, de esos que hacían trajes charros, mariachis, incluso para cantantes. Era un compromiso con el oficio, con la calidad y el detalle. Ahora la mayoría hacen solamente modificaciones o arreglos, conocidos como galleros, y eso es un retroceso. Nos alejamos del sastre gallero que hacía esas prendas con todos sus anclajes y materiales específicos, como el pelo de camello y la guata, que le dan estructura al traje y no se ven en las prendas baratas."

Sobre el costo, Pantoja detalla: "Un traje bien elaborado cuesta entre 6 y 8 mil pesos, porque lleva materiales especiales y mucho trabajo manual. Pero el mercado está inundado de trajes chinos que pueden costar apenas mil o dos mil pesos, y aunque su calidad es menor, la gente se inclina por ellos porque el precio es más accesible. Esto afecta directamente nuestro trabajo y pone en riesgo una tradición artesanal que debería valorarse más."

Además, explica que en Reynosa influye también el clima para la demanda de ciertos tipos de prendas. "Aquí hace mucho calor y eso limita el uso de trajes pesados o con anclajes grandes, lo que reduce aún más los encargos de trajes auténticos. Esto junto con la dificultad para conseguir telas y materiales adecuados, ha dejado al oficio en una situación complicada."


Pese al desencanto, Pantoja reconoce el valor que mantienen los trajes artesanales. "Muchos clientes todavía traen trajes que tienen décadas para que los arreglemos, porque la calidad y durabilidad de un buen traje artesanal es incomparable. Eso es un legado que debemos cuidar, aunque cada vez menos gente lo valore y pida."


Sin embargo, reconoce que la realidad económica ha reducido el interés por encargar trajes elaborados desde cero. "Casi nadie quiere hacer el gasto completo porque sale caro. A veces quieren que les haga un traje, pero cuando les digo el costo, desisten."


Esta visión clara y sin adornos revela cómo la sastrería artesanal en Reynosa enfrenta un peligro real de desaparecer, desplazada por la ropa importada barata, la escasez de materiales y la falta de clientes dispuestos a invertir en calidad y mano de obra tradicional.