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Produce México el porno barato

Actrices como Helena Danae tienen que hacer trabajos extras para ganar más. El director Fernando Deira abandonó el seminario para plasmar en películas sus fantasías y miedos

  • Por: ELENA REINA
  • 05 MARZO 2016 - .
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El mayor productor del país es un mexicano que iba para cura.

El porno en México se hace en los hoteles más baratos. Trescientos pesos, unos 16 dólares, cuesta la habitación donde se grabará la película. Algunos expertos apuntan a que ni siquiera se puede hablar de una industria. El mayor productor del país es un mexicano que iba para cura. No hay muchas actrices fijas, la mayoría cobran menos de 500 dólares al mes, y a muchos actores ni se les paga. Esto es lo que no se ve en los videos, lo que ocurre tras las bambalinas del cine porno mexicano.

Helena Danae es su nombre artístico. Tiene hoy 19 años, pero cuando comenzó a hacer cine porno tenía 18 y se convirtió en la actriz más joven del ramo. Ha logrado posicionarse en menos de un año como una de las más cotizadas. En una austera habitación de hotel de la Ciudad de México escoge el vestuario que usará en su próxima escena. De una maleta verde, a rebosar de ropa sin ningún orden, saca dos prendas minúsculas con la ayuda de su representante y director, Fernando Deira.

—Prueba con esto. Así podremos hacer que vienes de una fiesta de disfraces.

Trama resuelta. Danae se viste de Blancanieves.

A ella lo que más miedo le daba del mundo del porno era que tenía que viajar. Nació en Aguascalientes, un Estado en el centro del país y como mucho había salido a la playa. “Yo antes de entrar en esto casi no viajaba, si a caso a Guayabitos o a Puerto Vallarta, pero ir a una ciudad donde no conocía a nadie me daba pavor”, explica la actriz.

Danae tiene el pelo largo y rizado y una cara de niña. En las falanges de la mano lleva tatuado su lema: “Niña mala”. Se ríe en cada frase y habla con mucha seguridad sobre su trabajo. “A los 18 empecé a tatuarme y a posar para una marca de ropa de un amigo, de ahí seguí con la lencería y luego con los desnudos. Los colgué en mis redes y fue cuando Fernando [el productor] me vio y me propuso ser actriz porno. Dije que sí. Al conocerlo me sentí segura”.

Fernando Deira es el dueño de Sexmex, la principal productora de cine porno mexicano. Él es el único jefe, el representante de las chicas y el director de las películas. Es un hombre alto y corpulento, de 40 años. Y tímido. Confiesa que cuando era adolescente estuvo encerrado en un seminario durante tres años preparándose para ser sacerdote. En sus películas muestra la frustración que sentía al salir del encierro a los 15 años, cuando no se atrevía ni a hablar con una mujer: “Las escenas son muchas veces un reflejo de mis propias fantasías y de mis miedos”.

A pesar de que la página web de la productora recibe unas 30.000 visitas diarias y unas ganancias que “van en aumento”, según reconoce Deira, las actrices tienen que recurrir a “trabajos extra” para recibir un salario decente. Las más exitosas pueden aspirar a un contrato de exclusividad que va de los 8.000 pesos a los 10.000 (unos 400 a 500 dólares) al mes, como es el caso de Danae. Por eso combina las grabaciones con otro tipo de servicios en clubes nocturnos, donde la seguridad laboral no está tan clara. Ahí Deira sólo es el intermediario y cuenta que les pagan a las chicas entre 6.000 y 15.000 pesos, dependiendo de lo explícito del espectáculo: “Lo más barato es un estriptis y lo más caro es el sexo en vivo, aunque en algunos lugares, como el Distrito Federal, está prohibido”. Los actores no corren con la misma suerte, muchos ni siquiera cobran: “A veces pienso que deberían pagarme ellos a mi”, cuenta entre risas Deira.

“Si ni siquiera podemos hablar de una industria fuerte de cine en México, menos aún de cine pornográfico”, remata Jorge Grajales, investigador cinematográfico especializado en cine de género y cultura popular. “Lo que se hace en México es pornografía de baja calidad que no ha tenido el éxito que en su momento tuvieron los clásicos del porno o siguen teniendo las producciones estadounidenses”, cuenta Juan Soto, doctor en Antropología Social e investigador sobre pornografía.

Según las cifras de la plataforma canadiense Porn Hub, que ofrece datos los portales no revelan, quienes consumen pornografía en México son las personas más jóvenes, de 18 a 24 años. En 2015, el país se colocó en el sitio número 10 de los 20 que más visitan el sitio. Y los usuarios son en su mayoría hombres, un 72%. Los países con más espectadoras femeninas son: Jamaica, Nicaragua, Honduras, Ecuador, Bahamas, Panamá, Costa Rica, República Dominicana, Nueva Zelanda y Sudáfrica. La duración de la visita, en promedio, es de casi nueve minutos. Soto añade que “en México hace falta porno hecho por mujeres como sí se está haciendo en otros países como Estados Unidos o Francia. La mujeres deberían reivindicar su derecho a hacer su propia pornografía. Pasar de la actuación a la dirección”.

Danae no había oído hablar del porno femenino. “Pero ahora que lo mencionas, me parece bien”, apunta. Quiere abrir su sitio web para crear su propia “marca”. Parte de las ganancias del sitio irán destinadas a la productora, matiza Deira.

Esta mañana Danae va a grabar con su pareja. Alfonso, de 32 años, lleva saliendo con ella desde antes de que empezara a dedicarse al porno. “No me importó cuando me contó que eso era lo que quería hacer. Pero cuando la vi con otro hombre por primera vez fue muy duro”, explica. Antes de cada grabación se intercambian los documentos médicos que acreditan la buena salud de los actores. En esta ocasión, se van a saltar el papeleo porque son pareja. Ella lo convenció para probar como actor porno y van a filmar la escena en la misma cama donde están hospedados.

Alfonso se acuesta y la trama se decide sobre la marcha. “Entras a por el cargador del celular, por ejemplo”, ordena Deira. Ella abre la puerta e improvisa. No se llega a comprender por qué va vestida de Blancanieves. Poco importa, según las cifras que maneja Soto, de la escena se consumirán ocho minutos. Entre bastidores, un fan de la actriz, repeinado y vestido de camisa para la ocasión, graba con el móvil escondido la escena. El que sujeta la cámara, está convencido de que lo que se hace en el cuarto de 300 pesos es cine: “Acción”.

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