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El suculento negocio de la comida chatarra en México

México es el primer vendedor de comida preparada de América Latina y el segundo país con más obesidad del mundo

  • Por: AGENCIAS
  • 28 DICIEMBRE 2016 - .
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La comida chatarra, alimentos prefabricados que rebosan grasa, azúcar, sal y componentes químicos, ha ido desplazando en los últimos años a los cereales, las legumbres o las verduras frescas.

La comida está enraizada en lo más profundo de la identidad mexicana. Tanto, que el maíz aparece en el centro de las explicaciones mitológicas mayas sobre el origen del hombre. El cultivo de la milpa, la sagrada trinidad formada por el maíz, el frijol y el chile, es la base ancestral de una pirámide alimenticia saludable y nutritiva. Sin embargo, México se sitúa en los primeros puestos en las listas de obesidad y muertes por diabetes. La comida chatarra, alimentos prefabricados que rebosan grasa, azúcar, sal y componentes químicos, ha ido desplazando en los últimos años a los cereales, las legumbres o las verduras frescas. El gobierno está intentando cambiar los hábitos alimenticos desde campañas informativas al arma disuasoria de los impuestos. Pero se enfrenta a un duro contrincante, la industria de alimentos procesados.

México es una de las 10 potencias mundiales en comida preparada. Es el primer productor de Latinoamérica, por encima de Brasil, la mayor economía la región, según un reciente informe del centro de estudios Global Research. Como causa primera de este vigoroso músculo industrial, el estudio apunta al Tratado de Libre Comercio firmado entre EE UU y México en 1994.

Dos terceras partes de la inversión extranjera directa en agricultura y alimentación vinieron de EE UU durante la primera década del acuerdo, siendo la industria de comida prefabricada el principal destino. Pepsi, Nestlé, Unilever o Danone engordaron sus posiciones en el país y los beneficios del sector crecieron a una tasa del 10%, según los datos de Goblal Research. ConMéxico, la asociación que representa a las principales empresas –Coca Cola, Nestlé, Bimbo– declinó hacer declaraciones para este reportaje.

México es el segundo país del mundo con más personas obesas –solo por detrás de EE UU– y ocupa el sexto lugar en muertes causadas por diabetes. El Gobierno implementó un par de años atrás un impuesto especial para gravar alimentos hipercalóricos y refrescos azucarados. 

“La realidad es que los mexicanos dejaron de gastar en productos de cuidado personal para comprar alimentos impactados por estos nuevos impuestos”, reza un estudio de la encuestadora Kantar WorldPanel. 

Revela también que la comida basura representó el 30% del gasto de una familia mexicana durante 2016 y concreta que los lugares donde más se venden este tipo de productos son las pequeñas tiendas de abarrotes, y los consumidores más afectados los de niveles económicos medio y bajo.

Hay más de 400.000 de estas tiendas en México. Según el informe de Global Research la industria ha colonizado los abarrotes. Alrededor del 90% de las ventas de Pepsi y de Coca Cola provinieron de estas tiendas durante la pasada década. Estos grandes grupos surten además toda una gama de productos chatarra. 

Pepsi, por ejemplo, también distribuye golosinas y aperitivos salados. El siguiente escalón que dibuja el informe son las tiendas 24 horas, que están a su vez sustituyendo a los abarrotes. 

PUBLICIDAD AZUCARADA

La influencia de la industria en la publicidad es otra de las críticas de las asociaciones de consumidores. Consideran que los planes públicos para la prevención de la obesidad son incapaces de regular a la industria de comida chatarra en los anuncios y en el etiquetad de los productos.

“Las normas sobre publicidad han sido diseñadas por la propia industria. El etiquetado que no se entiende e induce al consumo de altas cantidades de azúcar, en vez de desincentivarlo”, defiende Alejandro Calvillo, director de Poder del Consumidor. En México se permite la publicidad de cualquier cereal que tenga hasta 30 gramos de azúcar por cada 100 gramos alimento. Sin embargo, este porcentaje es seis veces más alto que lo recomendado por los estándares internacionales marcados, entre otros, por la Organización Panamericana de la Salud, dependiente de Naciones Unidas.

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