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Impera la ley del opio en Guerrero

Cultivan la amapola oculta en barrancas abismales y trabajan por necesidad de sol a sol, pese a los peligros que enfrentan

  • Por: EL PAÍS
  • 27 MAYO 2016 - .
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En la región más pobre del estado más violento de México sólo hay una ley. La del opio.

Las cosas son sencillas en las montañas de Guerrero. En la región más pobre del estado más violento de México sólo hay una ley. La del opio.

—Si siembras, te persiguen; si siembras, te roban. Así pasa siempre.

—¿Y por qué sigue haciéndolo?

—Porque si no siembras, te mueres de hambre. Esa es la ley.

Jaime es un campesino cadencioso. Tiene 33 años y cuatro hijos. Planta amapola desde los ocho. Sabe bien lo que es barbechar, piquear, deshijar y, por supuesto, “rayar la bola” para obtener el látex de la adormidera. El tesoro de la montaña. Lo hace de sol a sol. En campos comunitarios, ocultos en barrancas abismales a las que se tarda horas en acceder. Ahí, en la verticalidad, crecen indiferentes a su propia vorágine los campos de opio. Mares de delicadas flores blancas y rojas por las cuales se corrompe, se tortura y se mata.

—Y cuando recoge la goma, ¿no piensa en la heroína y en las muertes que ocasiona?

—Mire usted, nosotros lo hacemos por necesidad. No somos los malos, somos los pobres.

En la sierra caben pocas dobleces. Ahí arriba, a 2.500 metros de altura, manda el narco. Es el corazón de su imperio. Una accidentada región, con una orografía de cuchillo, cuyas laderas son una bendición para la hermosa papaver somníferum y una maldición para lo demás. “En esa zona reina el caos y la violencia pura; ahí no hay presencia del Estado, ni carreteras ni hospitales; ni siquiera el narco está bien organizado. El mercado de la droga se lo disputan grupos criminales antagónicos”, explica el representante de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, Antonio Mazzitelli. Este agujero negro se ha convertido en el mayor productor de opio de América. De sus profundidades parten los inacabables cargamentos que nutren, por delante del triángulo de oro de Sinaloa-Durango-Chihuahua, al gran devorador mundial, Estados Unidos. Un territorio, de 1.281 comunidades y 50.000 habitantes, donde cualquier paso en falso se paga con la vida. 

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